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lunes, 1 de abril de 2013

Matar o no matar, este es el problema. (1973)


Hijo, una larga noche de fuerte viento de 1936 me desvelé por culpa del denso ruído del gentío, el bullicio provocaba un eco en mi cabeza demasiado irritante, y entonces yo dejé de soñar...dejé de pensar...
Me asomé por unos instantes a la pequeña véntana de mi cuarto, para dejar de jadear, y apaciguar mi precoz despertar.

Mis ojos batieron con un hombre que llevaba ropa desgastada e inmoral, él, tenia cicatrices que cruzaban todo su débil rostro. El varón estaba sangrando. Sus heridas eran llagas hondas. Se estaba muriendo lentamente.

Me observó con compasión y yo de manera recíproca también le observé. Sus retinas transmitían un gran vacío abismal mezclado con terror, sudor y lágrimas.
Los sonidos se propagaron de sus labios y tartamudeó un breve mensaje.
Me dijo que el disparo desmandado de los rifles sería el despertador de nuestro pueblo, manifestó que nos daría igual una dictadura que un comunismo, que olvidaríamos los besos y los abrazos, y aun así  tendríamos que elegir entre matar o morir. 
Aquel humilde hombre me aseguró que el frío congelaría la ciudad en enero y desnudaría los caminos de barro y que todos nos odiaríamos en esta muerta nación.
Hijo, aquel viejo me dijo que moriría de hambre, pero en cambio yo... Yo sobreviví a la guerra civil.

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