Nosotros escribimos letras prohibidas, cantamos sobre
sonatas melancólicas y corrimos bajo la lluvia en los meses de pleno invierno
para escondernos del mundo.
El THC nos cerraba lentamente los ojos una noche más; ya
eran 4878 noches sin sentido. Noches en las que quedábamos ciegos en nuestro
propio recoveco de esperanza. No obstante, incluso viéndolo todo negro, yo
sentía que mi corazón se encontraba más desgastado que todos mis grandes
fallos.
Mas mientras me hundía de manera taciturna, tú, me
susurrabas que todo iría bien, que aun
inhalando el espeso humo de mi cigarro liado, seguirías siendo mi última calada
de aliento.
Mis pulmones
continuaban ahogándose en nicotina aunque ahora solo quede una collilla
y cuantiosas cenizas esparcidas en la
arena.