Una de la
madrugada. Tu espalda sabe a
endecasílabos románticos de un Bécquer que nadie conoció. Diría que me gusta el
vivo contraste del carmín con la piel de tu nuca. Y la verdad es que te sientan
estupendas las marcas que te marcan la endeble clavícula, señalizando el sutil paso
de mis besos por un itinerario repleto de infidelidades por fascículos y vicios
líricos. Joder, como me pueden los múltiples mordiscos, las camas sudadas, los
gritos poéticos y las botellas vacías en
cuartos tétricos…
Pues ahora
mismo te borraría los tatuajes con saliva y las heridas con mi alcohólico aliento, sólo para que no me pidas que me relaje cuando estamos a números negativos de distancia.
Que me
enervan las relaciones serias, pero contigo haría una excepción, porque hacerlo
escuchando Extremoduro resulta demasiado tentador.