Tus deslucidas calles ya no son las mismas calles, tus
barrios ahora son barrios inmorales y tus
callejones solo aflígidas paredes...
Tus noches ya no tienen bohemios pensadores y tus verdes
prados ahora son vacíos territorios.
Solo escucho el ruido de tus coches, y los trinos alaridos
del gentío.
Tu multitud camina de forma apresurada con un amargo rictus
en el rostro; Todos están tristes...
La lluvia se adueñaba de tu muerta vegetación y esta se aturdía tras un manto de gotas frías.
Mis ojos ansiaban ver el mundo de otra manera... Pero el
mundo se saciaba de completa alevosía.
Todo ha cambiado...y yo aun sigo buscando tus rincones de
sosiego.
Tus imberbes groseros criticaron el mayor de todos los esfuerzos y yo me intenté esconder en uno de tus
ajados antros. Allí me exasperaba al quedarme ciega cada noche viendo el vaso
vaciarse. Yo solo intentaba comprender el
“¿Por qué?” de que todos me exigiesen de manera atroz algo que yo no podía dar.
Aun así contigo pasé mis máximas horas de miseria, eras mi
bonita melodía y a momentos me apropiaba de ti, sentía que esta ciudad por
segundos me pertenecía solo a mí.
Pero esta metrópoli ya
no es lo mismo de antes, este bulevar es ahora más pequeño, y es que tú, ya no aportas nada a mi vida porque en tus bares ya no quedan poetas y en tus
calles ya no hay poesía.