Se fue a una playa desierta. Una lejos del mundo sin ni
siquiera cobertura. “Al pasar Finisterre a la derecha y allí le preguntas a
alguna sirena” Dijo un turista poco suicida.
Quizás se tratase de una costa con mucho pelágico que
ahogase y poca arena que le salvase.
Buscaba las coordenadas exactas del precipicio, pues ella siempre decía que el maldito mar sobrevivía
gracias a sus contaminantes lágrimas.
Solamente había encontrado en el abismo, las raíces de sí
misma, pero nunca conseguía desprenderse de las plantas arvenses que se
adherían a su mala vida.
Y fue así como gracias a la Teoría de los Seis Grados de Separación encontró nuevamente a la botella, que volvería a derramarse sobre los yuyos, que asesinaban los jardines botánicos de aquellos ojos.
Y fue así como gracias a la Teoría de los Seis Grados de Separación encontró nuevamente a la botella, que volvería a derramarse sobre los yuyos, que asesinaban los jardines botánicos de aquellos ojos.
"Qué bien se ve el horizonte desde lo alto del barranco y
desde el fondo de la miseria." Pensó mientras hacía salto base, sin contar con
traje aéreo ni paracaídas de emergencia. Pensó mientras se derramaba toda la
absenta.
Y desde entonces, sólo desde entonces, el agua de toda
Coruña sabe a recuerdos y un poco más salada. Desde entonces después de
Finisterre ya no hay nada…
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