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martes, 25 de diciembre de 2012

La muerte


Su penumbra infundía pavor y el fragor de sus moviementos era el mayor de los silencios. Era un cuerpo sin piel que poseía un armazón endeble que a la vez inculcaba obediencia.
Hacía su trabajo con fervor, y sus sometidos agraviaban su tarea. Eran almas inercias que intentaban dar explicación a aquella perfidia.
Se oían llantos. Solo en aquel momento, se arrepentía toda la gente cuerda de sus malas intenciones.

Élla poseía de manera rígida una guadaña que imponía a más de mil almas agonizar durante tal trayecto.
Todos se evaporaron en un momento efímero dejando un mutismo inhóspito; Éllos ya desaparecieron de la lista de los vivos..
Pero no fue la muerte, fue el humano el que condenó a todos eses cuerpos.
No sé quién lo dijo pero “Más vale morir que perder la vida”
 

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