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martes, 30 de abril de 2013

148 días.


Respiré el denso aire de nuestro bello palacio formado a partir de las gratas palabras que componían nuestra perenne historia. 

En ese castillo. Entre esas desgastadas y viejas tapias, cada vez que se fugaba el sol y  se achantaba en otro loco hemisferio, nos convertíamos en ebrios dementes donde bailábamos toda la dulce noche, buscándonos el uno al otro en el inmenso hueco de nuestras vacías y difuntas almas.
Nos movíamos por aquella pista como enamorados,apropiándonos de ella. Y tú me susurrabas al oído que vivías por y para nuestro baile... Me agarrabas de la mano, salvándome de las pesadillas de este inhóspito mundo, pues las estrechas paredes de nuestro trono se llenaban de tautologías que hacían que el frío se convirtiese en más frío y el dolor en más dolor.

Los dos nos sentíamos absolutamente solos puesto que no teníamos nada porque, en realidad, nunca llegamos a ser algo.
Aun así, en nuestras membranas oculares conseguíamos guardar todo lo que perdimos por estar juntos y pensádolo bien mereció la pena, por consiguiente aquello solo llegaban a ser viejos recuerdos amueblados en nuestra polvorienta mente.
Y creeme que a veces las estrellas al observarnos forman una constelación en forma de corazón, siendo ellas las únicas espectadoras de nuestro romance.

Eses astros son los que nos ayudaron a finalizar el baile una noche más en silencio.


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